Mujeres

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Antes de partir, ahora hace poco más de un año, hacía el mismo frío. Lo recuerdo perfectamente, sobre todo porque como desmemoriada que voy siendo, tengo mis apuntes, mis diarios de viajes y de discos…

Empecé a prepararme con mucha antelación escribiendo a la Biblioteca Nacional en donde tendría que pasarme aquellas dos semanas enclaustrada voluntariamente.

También en la búsqueda de alojamiento, intentando obtener una plaza dentro del campus, que finalmente era inasequible. Solo para privilegiados. Me iba en fechas complicadas, partía a principios de diciembre para volver justo la mañana de la Nochebuena, esperando que ningún contratiempo me obligara a pasar esa noche alejada de los míos, como tradicionalmente hemos hecho por generaciones. Contacté con la embajada española y con el instituto Cervantes para algunas reuniones que se hicieron afortunadamente efectivas y también con personalidades relevantes dentro del mundo de la cultura sefardí como Susana Weich.

Mi querida Susana Lobato con la que había estado trabajando en los últimos meses haciendo visitas guiadas en la judería saguntina, que acababan con un mini-concierto, me puso en contacto con algunas personas de Israel y me tendió un puente desde el primer momento, ella que tan bien conoce el mundo judío y la realidad sefardí.

Cuando llegué en la madrugada al aeropuerto de Tel Aviv me sorprendió la calma. Esperaba ver ametralladoras y controles en cuanto pusiera un pie en aquellas tierras prometidas para tantos. Lo que encontré fue la sonrisa dulce de mi querida Cecilia. Nos conocimos un año antes, en un festival de música judía en Amsterdam al cual asistimos ambas. Ella, guitarrista, cantante y educadora de la voz, se presentaba junto a una violonchelista. Por mi parte acompañaba a Capella de Ministrers que presentaba allí su ‘Música encerrada’, uno de los discos de los que más me enorgullezco en haber participado y con el que quedamos finalistas.

Desde aquel momento quedamos en contacto esporádico y cuando le hable de mis intenciones de ir a Israel en viaje de estudios no solamente me brindó su ayuda sino que también me la dio, a manos llenas. Juntas nos presentamos en el archivo sonoro de la Biblioteca Nacional  donde hizo de intérprete con su directora, la Sra. Gila Flam; me ayudó en la búsqueda de un apartamento donde pasar los primeros días en Jerusalén, lo más cerca posible de mi lugar de estudio; me alojó finalmente en su casa en donde empecé a poner en orden todo el material obtenido de la biblioteca. Aun nos recuerdo a ambas intentando descifrar las melodías de aquellas mujeres aedadas, con mucho vivido ya a sus espaldas y en sus voces ajadas. Conmoviéndonos ante el descubrimiento de tan bellas melodías nunca antes escuchadas. Y los paseos en la playa, cercana. Y el español-uruguayo de sus preciosas hijas, ya nacidas en Israel. Y las canciones que juntas cantamos, allí, con aquel sol poniente que se derramaba en el salón de aquella casa donde se respiraba paz, una paz clarísima como una campana diáfana. Juntas celebramos mi primer Shabbat, también en casa de otra pareja de amigos con cinco hijos pequeños. Lejos de ser una ceremonia estricta y religiosa como en mi absoluto desconocimiento había imaginado, era una agradable cena  entre el bullicio y las demandas constantes de los pequeños en las que se compartían los alimentos y se hacían algunas oraciones y cantos. La imagen de una mujer encendiendo sus velas de Shabat es un eterno símbolo del Judaísmo y verdaderamente, esa llamada a la luz, invita a la paz y modifica con luz física la luz espiritual. De la mano de Cecilia conocí también la realidad de Israel desde dentro, las diferencias entre unos judíos y otros, los ritos, las costumbres. La situación de los musulmanes israelitas… Lejos de tu propia tierra, de tu gente las muestras de generosidad y la bondad valen mucho más.

En el área de sonido de la biblioteca, la Sra Flam, su directora puso a mi disposición todo el equipo material y humano, con mucha generosidad. Trabajé en la parte del personal autorizado y Amalia Kedem se encargó de ayudarme a encontrar cualquier registo que necesitara, cosa harto difícil atendiendo a los millones de éstos con los que cuenta la biblioteca. Con su buen español y su amable sonrisa y buena disposición pasamos unas buenas horas juntas y compartimos café y charla, aunque en una proporción ínfima en comparación a las horas que cada una de nosotras pasaba con los auriculares, encerrada en aquel mundo tan cercano por ser la temática de estas canciones muy sencilla, que no atiende a modas pasajeras, sino que es siempre ‘trending topic’: el amor, la muerte, el dolor, la melancolía…y tan lejano. Voces que te atrapan y te llevan a su mundo incorpóreo, sutil y liviano, donde es fácil perder el control de la gravedad.

Una de mis visitas obligadas y más deseadas fue a Tel Aviv donde tenía concertada una visita con la profesora Susana Weich Shahak, a la que precisamente estos días, se le  ha concedido la más alta distinción que el rey otorga a un civil: la Orden del Mérito Civil, que le “concede los honores y las distinciones y el uso de las insignias que corresponde por los estatutos. Ganada a pulso precisamente por su trabajo durante más de 30 años por el estudio y la preservación de la música sefaradita, de alto nivel académico.

Con que devoción el personal de la biblioteca nacional me había enseñado la mesa del despacho donde había trabajado Susana durante tres décadas. Su paso sin duda por aquella institución ha sido fundamental. Todas las grabaciones de campo hechas en diferentes países a multitud de informantes han quedado custodiados allí y están al servicio de todos aquellos estudiosos o investigadores que se acerquen a ellas.

Susana me atendió, hablamos sobre el disco y  la posibilidad de prologarlo, mientras bebíamos un delicioso café ‘a la turca’ que me trajo los mejores recuerdos del tiempo en el que viví en Estambul y de mis varios viajes, siempre con algún objetivo musical. Me supo a gloria y además con acompañamiento musical. El gatito sobre el piano tocaba de vez en cuando alguna tecla. Realmente era como estar dentro de la película de tu vida, de la cual tu has escrito el argumento que te gustaría interpretar.

Muy agradecida con todas ellas, esas mujeres luchadoras que no tienen que esperar a peinar canas, o más canas, para recibir lo que la vida les va devolviendo. Seguramente cuando llevaban las semillas en los bolsillos de sus faldas para plantarlas no sabían ni de qué especie se trataba, pero ahora están ya saboreando sus dulces frutos, aunque la espera, en algunas estaciones hasta la cosecha, haya sido amarga.

 

Published by Mara Aranda

Mara Aranda es una de las intérpretes más aclamadas surgidas de la escena española. Casi tres décadas durante las cuales ha investigado y cantado músicas turcas, griegas, occitanas y músicas antiguas, medievales y sefardíes, que han dejado como resultado casi una veintena de discos propios de excelente factura merecedores de premios y reconocimiento por parte de público y también de medios especializados.

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