Se desconoce el momento exacto en el que llegan los primeros judíos a la Península. Lo que es indudable es que sea en el siglo I de nuestra era, como pretenden ubicarlos algunos autores o con posterioridad, es innegable que cuanto más avanza el reloj de los siglos las pruebas documentales van incrementándose, constatando su existencia, su crecimiento y organización y su relación con otros grupos habitantes en el solar ibérico.
Hoy pasamos por el Alto Aragón, la Comarca histórica de las Cinco Villas, en el Norte de la provincia de Zaragoza, done tras el fuero de Jaca otorgado a la Villa en 1169 por Alfonso II comienza la afluencia de judíos. Más tarde, en 1233 Jaime I garantizará exenciones fiscales que atraigan población después del desplazamiento de la población musulmana tras la conquista del reino de Valencia. A partir de este punto en la historia se constata la venida de judíos a Uncastillo, la villa a la cual el azar, el destino o la Providencia nos han traído casi de la mano.
A partir de la expulsión, El barrio pasa a llamarse Barrionuevo, comienza explicando Concha, la guia oficial. Esta judería contaba con un cementerio Judío extramuros (debajo de lo que hoy día es el polideportivo y la piscina, descubierto casualmente tras dejar al descubierto unas lluvias torrenciales en el solar en el que se iba a edificar los pabellones, restos óseos en 1992), Sinagoga (de la cual podemos ver una sección restaurada, quizá una tercera parte, puesto que apareció al ponerse en venta una de las casas del barrio que siempre se había llamado casa de la sinoga y los que allí vivían llevaban por mote los sinogos y el Ayuntamiento la adquiriera, ya con la idea de hacer catas para confirmar lo que se auguraba. Lo que queda por sacar a la luz del resto de la sinagoga en la que podemos ver las puertas con sus originales arcos de la entrada principal y también la del matroneo, entre otros, aparecerá cuando se pueda disponer de las casas anexas. El Barrio Nuevo, que es como pasa a llamarse la zona de la judería a partir de la expulsión,estaba delimitado mediante puertas, perfectamente señalizadas en el mapa de acceso a la zona, que se cerraban por la noche o en caso de peligro. Hace unos años en cada una de las puertas de las casas de antiguos judíos, se colocaron los nuevos números de esas casas junto a la estrella de David. En muchas de ellas vemos cruces talladas en sus muros, principalmente en sus arcos, signo de que aquellos que en ellas moraban eran conversos judíos que optaron por quedarse después de 1492. Todavía, alguno de los huecos donde estuvo la mezuzá, se conserva a la parte derecha en la jamba de la puerta.
También encontramos en Uncastillo el puente medieval llamado de los judíos que conducía el cortejo fúnebre hacia el cementerio propio extramuros y el pozo de Barrio Nuevo…
Vestuario típico de los judíos aragoneses, Hagada de RYDLAD.1330.
Javier Bona López.
En Aragón, supieron convivir en el respeto y la tolerancia judíos, fieles de mezquitas y de iglesias cristianas, todos ellos aragoneses al fin y al cabo, representantes de los tres pueblos del Libro, que supieron apartar sus diferencias para que aquello que les unía dejara llevar adelante sus vidas, seguir guardando el tesoro de sus tradiciones mixturado con las costumbres locales tras siglos de convivencia. Uno de cada cuatro habitantes de las Cinco Villas era judío, lo cual estaba muy por encima de la media hispánica. Esta coexistencia diferenció Aragón en la Edad Media de Castilla, Cataluña o Valencia donde los judíos fueron perseguidos, calumniados, torturados, reducido a un grano de polvo sus almas.
Numerosos restos arqueológicos como la impresionante lápida sepulcral de El Frago, además de ketubot o contratos matrimoniales, documentos hebreos y aljamiados. la fisonomía de sus medievales juderías con sus estrechas calles y sus atzucacs o callejones sin salida de los cuales pudimos visitar uno de ellos gracias a la amabilidad de sus propietarios, perfectamente conservado, las arquitecturas de sus casas , necrópolis o sinagogas como la de Biel, Ejea de los caballeros o Uncastillo hacen de esta comarca un enclave relevante en la geografía judía española.
Repartidos entre los municipios de las tres provincias aragonesas, la relevancia demográfica tiene reflejo en el patrimonio, la fisonomía e historia de estas tierras. Algunas ya son evidenciables por el esfuerzo hecho a través de la Diputación, fundación, organizaciones, arqueólogos, historiadores (el profesor y director científico del proyecto Aragón, Espacio Sefarad, Miguel Ángel Mutis realizó un estudio monográfico sobre los judíos de Uncastillo) o los propios vecinos y otras esperan, bajo los cimientos de nuevas construcciones, o bajo el espliego el romero y la jara que en estos días iluminan los montes y márgenes de caminos y sendas, a que la Providencia les tienda la mano para arrancarlas de sototierra y sirvan de testimonio que nos acerque a la verdad única y verdadera: que todo hombre que vivió y murió en estos lares dejó en ellos grandes o pequeñas obras, para los hombres venideros de otras épocas, o como mínimo sus huesos en esta tierra.