Mis dos cuerdas

Mis dos cuerdas

Siempre he intentado hablar, cuando hablaba y cuando cantaba.

Pero , desde que recuerdo y hace ya más de treinta años, siempre tuve que cantar gritando para competir con nueve músicos varones, al menos, en la flor de su juventud y su fuerza física y al cantar he tenido que hacer mucha fuerza física, incluso gritar, para ser oída por un lado y por otro sostener una tensión psicológica enorme para controlar la afinación y además dar algo de expresividad a aquello que intentaban transmitir aquellos textos referidos en mi discurso.  Mi cara parecía la de una parturienta por la expresión de sufrimiento y tensión que reflejaban, las más de las veces.

Tuve una profesora imaginaria que me dijo que ‘ era preferible un cerebro en condiciones a una voz bonita’. Hay que ubicar bien el canto y para eso se necesita sensibilidad e inteligencia. Sensibilidad y mucha porque nuestro instrumento somos nosotros mismos, en nuestra integridad como generadores, emisores y controladores de ese sonido y de nuestras dos, porque sólo son dos, pequeñísimas cuerdas vocales que habitan la laringe. Trabajamos  con sensaciones internas, muy muy sutiles.

Es un trabajo de introspección bien intenso y por ello se ha asociado a disciplinas que bucean estos sentires, y ampliaciones de percepción sensorial, tanto físca como psíquica o espiritual, como el yoga o la meditación y se ha utilizado sus recursos de ayuno, purificación corporal (intestinal, nasal…) para desatascar y poner a punto el instrumento, el propio cuerpo. Por todos ellos ya pase no una, sino dos y tres…y tres por tres veces.

Un guitarrista cambia sus cuerdas para que suenen brillantes, engrasa los clavijeros, lima el puente para que las cuerdas queden bien pegadas al mástil y sea cómodo tocar con su guitarra. Da un concierto mejor o peor y cuando acaba limpia de sudor el metal y la madera, cierra el estuche y hasta más ver.

Un cantante no puede disociarse de su instrumento. Hace uso de él en todo momento, lo utiliza para expresar los movimientos de su espíritu. Cuando da los buenos días al panadero en la tienda mientras inspira el olor del pan recién cocido, cuando regaña a su hijo o cuando suspira mientras recuerda algún instante especialmente emotivo. En todos estos casos sus cuerdas están vibrando (las cuerdas vibran de manera diferente al gritar que al hablar o al cantar…velocidad, cualidades de la vibración) al pasar el aire a través de ellas. Cualquiera de estos movimientos afectará al canto que es una expresión, entre otras muchas, de su  voz. No puedes guardar cuando acabas de cantar en un escenario tu instrumento en la funda y olvidarte. Normalmente lo que ocurre es que nos olvidamos de que nuestro instrumento es el mismo en todos los casos  y hacemos auténticas barbaridades y sometemos nuestras cuerdas vocales a difíciles experiencias que una vez se tiene consciencia deberían dejan de producirse, al menos si uno quiere ‘ curarse en salud ‘-

Voy a intentar recordar, no olvidar aquello aprendido por millonésima vez. Seguro que si hubo otras vidas antes que ésta yo suspendí esta asignatura y aquí sigo intentando tener el ‘apto’ una y otra vez. Ahora prometo que estoy estudiando, la Paz comienza por la de uno mismo. En ese punto exacto estoy aquí mientras repaso de los romances sus letras que cuentan historias que podrían ser las de cualquiera de ustedes o la mía misma. Ojalá cuando los escuchen los que ahora leen estas lineas puedan sentir como si los estuvieran cantando por su boca, con el alma en la mano y el corazón por bandera, sin más herramienta que dos simples cuerdas.

 

I always tried to say something when I spoke and when I sang. I remember, more than thirty years ago, when I appeared with nine musicians, all of them young men in the prime of his their youth and physically strong, I cried more than I sang just in order to compete. To be heard but also to keep up the pitch of voice and to interprete what the lyrics intended to express was quite an effort. Because of all that strain my face mostly looked like I was a parturient. I had an imaginary teacher once who told me that as a singer your body is your instrument you must take care of very sensibly, for we work with inner sensations which are very subtle. It requires a very intense introspection to augment the perception of your senses, physically, psychologically and spiritually, it is like feasting or practicing yoga, to clean all of your body to tune it like a perfect instrument. A guitarist changes his strings and thoroughly takes care of all parts of the instrument to be comfortable when playing with his guitar. He gives a concert as best he can, drys his sweat, cleans metal and wood, stores his instrument and leaves. A singer can not be dissociated from his instrument for it is his body. She uses her body, the instrument, to express what goes on in her mind and soul. When she bids the baker a good morning during enjoying the smell of freshly baked bread. When scolding her child or when sighing as she recalls a particularly emotional moment. In all these cases all her cords are vibrating (the strings vibrate differently when she shouts, speaks or sings) because air is pouring into her. Any of these vibrations will affect the song which is an expression of her voice. You can not pack away your body after you stopped to sing like you preserve an instrument in its case and forget about it. What usually happens is that we do not keep in mind not to mistreat and disregard our vocal chords but better let them recover if they need to. I’ll try to remember, I will not forget what I experienced countless times. If there were other lives before I may have failed but here I am and keep going on trying to do properly this time. Now I promise I’m learning, peace begins within oneself. At exactly at this point I stand, reviewing the “romances” which tell stories that could be about anyone or maybe about myself.

 

Published by Mara Aranda

Mara Aranda es una de las intérpretes más aclamadas surgidas de la escena española. Casi tres décadas durante las cuales ha investigado y cantado músicas turcas, griegas, occitanas y músicas antiguas, medievales y sefardíes, que han dejado como resultado casi una veintena de discos propios de excelente factura merecedores de premios y reconocimiento por parte de público y también de medios especializados.

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