Ayer noche, la última previa a la luna llena de diciembre, dimos nuestro último concierto en Terrassa, en el complejo religioso del siglo V de la Seu d’Ègara.
Esta luna llena de 2018 es especial porque coincide casi exactamente con el solsticio, que tendrá lugar a las 22:23 exactamente, lo cual es interesante ya que tendremos los días más oscuros del año y también el día más corto, acompañado de una lluvia de meteoritos de las Úrsidas. No volverá a darse la conjunción del solsticio invernal y la luna llena hasta 2094.
La Seu nos recibe con su desnuda piedra, acerco el oído a sus paredes y permanezco en vacío y en silencio para escuchar qué mensajes quedaron en ellas de los hombres que dejaron sus improntas de vida y muerte, sufrimiento y gozo y placeres en ellas: íberos , romanos, paleo cristianos, visigodos, románicos, góticos y por supuesto los coetáneos del siglo XXI.
El conjunto monumental fue declarado Monumento Nacional el 1931, y Bien de Interés Histórico Artístico el 1985. Formado por las iglesias de San Pedro, San miguel y Santa María, construidas sobre una iglesia paleocristiana (de la que todavía se conservan restos) y sede del obispado de Egara, constituido sobre el año 450, que perduró hasta la invasión musulmana en el siglo VIII.
https://mara-aranda.com/wp-content/uploads/2018/12/img_7790.movLos tres elementos artísticos mas singulares que tuvimos el gusto de conocer de la mano de nuestro anfitrión Arturo Palomares en años anteriores son, aparte de los edificios románicos, las pinturas murales religiosas altomedieval y románicas y los retablos góticos, únicas en Europa en su categoría y por su estado de conservación. La Seu d´Ègara (siglos V-VIII) es el principal monumento catalán de la prerrománico, testimonio del final del Imperio Romano y de los primeros siglos del cristianismo.
las iglesias quedaron terminadas según la forma actual hacia los siglos XI y XII y son de factura románica, edificadas sobre antiguos edificios prerrománicos de la época visigótica.
Del siglo V- VIII son las pinturas murales al fresco del ábside, de las que llama la atención poderosamente la representación de la luna (cara humana con curto de luna) y el sol (circulo con radios).
Las piedras milenarias hablan de tantas cosas que necesitaría sentarme con ellas con papel y lápiz, o una grabadora y muchos siglos por delante. Pero llega el momento de prepararnos para el concierto. Me acompañan en este viaje en el no tiempo, dejando también parte de su aliento entre estas piedras milenarias tres compañeros excepcionalmente queridos cuya relación viene de antes de nuestro nacimiento: Andrés Belmonte, que hará volar y girar en el aire las notas de sus flautas, Robert Cases, tañendo arpa, laúd y vihuela de péñola y Jota Martínez, digno custodio de los instrumentos del rey sabio en su ingente colección de los instrumentos musicales de las miniaturas en los códices alfonsíes.
Este será mi último concierto de este año que se cierra con un balance muy positivo en cuanto al número y la calidad de los ofrecidos, además de acabar justo hoy mi nuevo disco que saldrá en enero de 2019.
Todos los objetivos se han visto cumplidos, todo se ha visto realizado, con mucho esfuerzo pero también con mucha ayuda de los grandes músicos que me han acompañado en mi proyecto a los que doy de todo corazón las gracias comenzando por Abel García, Fernando Depiaggi, Chelo Romero, Abdelatif Louzari, Ismael Cabero y acabando con las impresionantes Rosa Sanz y Mercedes Campello en la danza.
Va a comenzar el concierto, el público guarda un respetuosísimo silencio. Interpretamos la Sibila Valenciana, un drama litúrgico medieval, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde 2010, en el que se se pretendía aleccionar, siempre con el horizonte del Juicio Final presente y amenazante, al hombre de la Edad Media y sus actos.
Cuando acaba el concierto cada uno de nosotros ha recibido su juicio, de esta noche y de todas las noches y días de este año, de lo pasado y lo que está en el porvenir.
Hágase su voluntad.