Aquel día había mucha humedad, las ventanas lloraban sin parar por la diferencia de temperatura con el exterior.
Jota quiso hacer la canción sin ningún vestido, desnuda. Quería que fuera una auténtica canción para dormir a cualquier niño, de cualquier tiempo, de cualquier rincón de este mundo. Pensé en un niño transparente, sin nada en su interior, como un vaso diáfano y perfecto, un receptáculo en el que se irían vertiendo con el tiempo, todos aquellos elementos de su entorno: impresiones, emociones, cultura… Pensé en un niño puro y sin mancha y vi a todos los recién nacidos del mundo y los que aun estaban por nacer, también los que no nacerían. Y a todos ellos les canté.
Es una voz imperfecta técnicamente, pero está cantada con todo lo que queda de mi corazón.
La última estrofa de esta nana es de Sara Kadosh y el resto de Alicia Bendayan, ambas de Tetuán, Marruecos.
Las canciones de cuna, o nanas, forman parte de la transmisión cultural y existen en todos los pueblos y tradiciones del mundo, incluyendo la judeo-española.
Las nanas de procedencia sefardí son muy pocas, apenas se conocen cuatro o cinco ejemplares. El motivo puede ser debido a que existían muchos romances que con sus monótonas melodías y una interminable serie de versos, entretenían a aquella que los cantaba y finalmente acababan consiguiendo también el objetivo de estas canciones, que eran que la criatura se durmiera.
Si este niño se durmiere
yo le acostaré en su cuna,
con los ojitos al sol,
la cabecita a la luna.
Ay cielo alto¡
yo no sé cómo vive
quien pena tanto.
Si esta niña se durmiere
le daría un dineral
y después de dormidita
se lo volvería a quitar.
Niña linda,
de pecho y cuna.
Su padre es carpintero
le hará una.