El sonido, en sus infinitas combinaciones nos acerca a otros mundos. Otros mundos que no podría decir dónde están, si dentro o fuera de uno mismo. O quizá en ambos lados de esa linea divisoria invisible, finísima, de la que probablemente solo exista el nombre más que una frontera o partición real.
Desde siempre el ser humano ha utilizado el sonido porque este induce a estados de percepción y de modificación del ánimo que también pueden generarse por otras vías; pero el sonido es con el que de forma más plausiblemente observamos sus resultados. Las religiones, conscientes de su enorme poder lo han utilizado también para lograr la reconexión religiosa con la totalidad por medio de la palabra, la salmodia, la oración, los cantos o mantras, todo ello formas de energía espiritual concretada y concentrada.
En la evolución del hombre cuyas primeras relaciones con el sonido serían posiblemente para imitar sonidos de la naturaleza: el viento, el choque de palos, maderas o troncos los unos contra otros; el chapoteo de los pies o las manos en el agua y también percutidas sobre su propio cuerpo: extremidades, torso, abdomen, entrechocándolas entre sí; los sonidos que emitían otros animales…poco a poco éste fue consciente de los beneficios que el sonido producían en su organismo como entidad física y psíquica.
‘Desde el punto de vista de la neurofisiología, las vibraciones sonoras llegan al cerebro, pero también al tálamo y a la glándula hipófisis, órganos en los cuales se produce una respuesta de adaptación. Si las ondas vibratorias son armoniosas, dicha respuesta adaptativa es positiva y reequilibradora.’ Así no podemos dejar de comprobar una y otra vez como después de la escucha de sonidos armónicos y agradables, el individuo que los recibe se siente simplemente mejor, siendo éste un hecho empírico.
Ya hace años que continúan desarrollándose la musicoterapia y técnicas similares como la llamada “efecto Mozart” o Terapia de Tomatis, Pero de lejos viene el uso del sonido con fines terapeúticos.
Comencé a estudiar medicina tradicional china hace más de veinte años. Llegué a tener mi propia consulta, donde además de las técnicas propias de acupuntura, masaje energético, digitopuntura o moxibustión trabajábamos con quicong, taichi y otras disciplinas asociadas. Finalmente tuve que elegir entre la medicina y la música. Elegí el sonido como vehículo de crecimiento y trabajo. Siempre que canté lo hice como madre, como amiga, como amante y siempre lo hice poniéndome en disposición para que ese canto sirviera como ‘tirita‘ a alguna herida de cuerpo o de alma.
Una querida amiga enfermó de cáncer y se agravó su enfermedad justo cuando iba a entrar a estudio a grabar las voces del disco, quedando hospitalizada de urgencia, con pronóstico muy grave. Cada día canté para ella, cada canción y cada nota fueron cantadas para fortalecer cada una de las células sanas de su cuerpo y restablecer su sistema. Más que nunca utilice el sonido como vehículo, con plena consciencia. Pero, como siempre y para siempre, el Universo tiene la última palabra, el último sonido.