El cielo amenazante invita a recogerse en lugar seguro, protegerse y rodearse de aquello que podamos necesitar en caso de que arrecie temporal. Pero no contaba Zeus, Dios de la tormenta y de las alturas, señor del trueno y del rayo que somos intrépidos aventureros y llevamos ya las velas remendadas de no pocas tormentas con las que nos hemos hecho a la mar y vencerlas. Así partimos desde esta comarca ahora de colores mortecinos que aun intensifican más los arrozales, cedidas sus cosechas, de tierra removida y con los restos de paja quemada sobre la tierra.
Emprendemos camino al sur, a encontrarnos con La Perla de Sefarad, cuyo esplendor cultural se puede comparar al que alcanzaron los círculos literarios hispano-hebreos de Córdoba y Granada durante el Califato y los reinos de Taifas, en al-Ándalus… Lucena, a la que los cronistas referían como “ciudad de los Judíos”, aunque también musulmanes y mozárabes vivirían extramuros, ‘puesto que la ciudad ‘estaba rodeada de buenas murallas y de un hondo foso al que iban a parar las aguas de las acequias‘, en menor número.
Lucena tuvo Academia de Estudios Talmúdicos, punto de reunión de grandes intelectuales, filósofos, poetas y médicos del momento como el poeta Judá Levi, Abraham ibn Ezrá e incluso Maimónides, aunque no conserva restos arqueológicos importantes de su pasado judío.
Las más de seis horas que nos separan de esta maravillosa ciudad con un pasado esplendoroso, nos pasan a bordo de una nave espacial de última generación. Tantos asuntos pendientes por poner al día nos entretienen hasta el punto de que la relatividad del tiempo nos hace sentir, al divisarla, que apenas ha sido un momento. Llegamos al punto de encuentro en el Palacio de los Duques de Santa Ana, cuyos primeros propietarios fueron judíos conversos. Allí nos espera el coro de cámara Elí Hoshaná ‘Ciudad de Lucena’.
Conocimos su interesante trabajo en torno al Cancionero Sefardí con ocasión de su concierto en Lorca, en el complejo del castillo, que conserva tesoros como la torre Alfonsina, un aljibe musulmán del siglo XII o la judería y sinagoga que albergó entre sus murallas. El coro, con sus adaptaciones polifónicas, bajo la dirección de Antonio Rodríguez, hicieron que les propusiéramos una colaboración para esta primera entrega de la colección Diáspora, a la que amable y generosamente accedieron.
Una de las canciones que grabaron finalmente cobraba todo su sentido cuando al documentarnos sobre la ciudad, descubrimos que el hallazgo material más importante había sido la necrópolis judía en 2007, la más grande de España. Era el canto luctuoso o endecha ‘Muerte que a todos convidas‘. Quizá no llegó a oirse nunca por el Callejón de Los muertos, que discurre tras la iglesia de San Mateo, antiguo camino al cementerio judío, por el que tradicionalmente pasaban todos los funerales, esta oina. Pero seguro que lo hicieron otras tantas que traían a la boca los mismos pesares.
El Coro compuesto por 12 voces, inició su andadura solemnizando momentos de la vida cultural y musical de Lucena, ‘hasta la Cuaresma del año 2006 en que deciden asumir el reto de interpretar el Miserere Mei Deus de Gregorio Allegri, como acto de clausura de los cultos organizados por la Cofradía de Ntro. Padre Jesús Caído, en la Parroquia de Santiago Apóstol de Lucena, de estilo gótico-renacentista en cuya construcción se reutilizaron los materiales del viejo templo de San Mateo, antigua sinagoga y mezquita. Esta actuación, de enorme éxito y repercusión, quedó instituida para años sucesivos como elemento singular y destacado de la Cuaresma y Semana Santa Lucentina, declarada de Interés Turístico de Andalucía‘
El palacio acogió aun otro canto, ‘la infantina‘. Son dos de mis piezas favoritas y también escasamente interpretadas, una de ellas quizá por su temática, en la que ciertamente, se invoca y convoca una serie de entidades telúricas y por constituir una especie de género que, como la ‘petenera‘ a la que los gitanos prefieren evitarle el cante, tampoco el resto de mortales gustan tener por motivo de expresión, aunque sea en sentido cultural, lúdico o histórico.
Gracias a Mariola Arjona Huertas, Charo Valverde Herencia, Joaquina Moreno Garcia, María Carmen Beato Guerrero, Maria Araceli Chicano, Ramirez, Isabel María Prieto Gómez, Emilia Gálvez Muñoz, Enrique Reyes Lorite, Francisco Herrero Jiménez, Rafael Puchol Enríquez, Francisco Luque López, y especialmente al director musical del coro de cámara Elí Hoshaná Antonio Rodríguez Morales. Nos vamos de Lucena, diluviando como si fuera el día del juicio final. Por si acaso, nos vamos confesados y confesando a esta ciudad un amor y un vínculo que sentimos que viene de lejos y que durará en el tiempo, aun cuando este post reste sepultado por millones de bits informáticos.
Hacía mucho tiempo que no recordaba un otoño tan hermoso, como cuando era pequeña y en esta estación las botas de agua no se guardaban, estaban siempre al alcance de la mano porque llovía y llovía. El aire siempre olía a gotas de agua y me encantaba, aunque las mujeres ‘relataban’ sin parar porque la ropa no se secaba nunca. El presente copa todas mis expectativas y hacía tiempo que, por falta de tiempo, no recordaba.