En la Edad Media, la imagen que los textos y en general la iconografía transmiten al respecto de la mujer, se balancea entre dos modelos o prototipos opuestos. Por un lado tenemos a la inductora del pecado, Eva, causante de la caída del género humano y por otra a su intercesora, María, madre De Dios. Es a partir de finales del siglo XI en el que se se produce un profundo movimiento de renovación espiritual que tuvo como rasgo significativo la extensión e intensificación del culto a la Virgen María construyéndose catedrales a ella consagradas o el surgimiento del amor cortés.