“…El Esqueleto que representa la Muerte es jovial y alegre… Aquí va coronado de laurel; allá va vestido con su capuchón; en otro lado aparece mostrando a la víctima un reloj de arena; en esta calle lleva, como un buen devoto, el farol del viático; al astrónomo le muestra una calavera; al avaro le roba su dinero; al caballero le atraviesa con la lanza; al soldado le mata con un fémur, y a cada paso toca la flauta, el tambor, la tiorba y la cornamusa, y baila también alegremente mostrando la sonrisa de su calavera y haciendo crujir sus huesos y sus ligamentos…” Pío Baroja en La Leyenda de Juan de Alzate”.
La tiorba dio sus primeras notas y llenaban todo el estudio. Robert Cases se abrazaba a aquel instrumento inmenso, que me superaba en altura y cuyas voces de una profundidad que nunca antes había escuchado claramente tan de cerca despertaban partes dormidas de mi inconsciencia.
Fue tejiendo un vestido de sonido, unas veces con hebras gravemente serenas otras con trasparencias cristalinas como un tul finísimo. Jamás alma de este mundo vio estas ropas ni las alhajas que la embellecían y que la hacían única, ni peor ni más buena, simplemente única, compuesta en aquel momento en el que la semilla buscaba la tierra.
Sea.
Nuestra versión del romance que acompañó la tiorba, viene de las de Tetuán (Marruecos) cantada por Alicia Bendayan (60a en 1983). Recogida en Ashqelon, Israel por Susana Weich-Shahak, 1983. (Archivo: NSAJ; Colec.: Weich-Shahak, S.; cinta: NSA Y 3994/1).
En este romance, al igual que en el resto de romances sefardíes, aparecen reflejados temas que tratan ‘la identidad humana, la identidad sexual, un tema que inconscientemente tal vez, interesa a las intérpretes que son, precisamente, las mujeres sefardíes que se mueven dentro de una sociedad claramente estructurada, con papeles determinados para la mujer pero son, al mismo tiempo, conscientes de su importancia como soporte físico y moral de sus maridos y educadora de sus hijos’ según indica Susana Weich.
¿Por qué no cantáis la bella? es un cantar bien conocido inclusive tiene versiones con arreglos musicales del siglo XVI y en esta versión que nos ocupa ha tenido una contaminación con otro romance, el de ‘La princesa y el segador’ que encontramos en sus primeros versos donde también la rima los diferencia de los del resto del romance.
Una hija tiene el rey, una hija regalada.
Su padre, por más valor un castillo la fraguara.
Con ventanas a la mar, por donde el aire le entrara;
por una entra el sol, por otras el aire de la mañana.
Por la más chiquita de ellas entra un gavilán y sale
con sus alas abiertas y no le hace ningún male.
Bordando está un camisón para el hijo de la reina.
Bordándole está con oro, labrándole está con seda.
Y entre puntada y puntada, un aljófar y una perla.
–‘¿Por qué no cantas, mi bien?; por qué no cantas, la bella?.
¿Por qué no cantas, mi bien?; por qué no cantas, la bella?’ –
– ‘Ni canto, ni cantaré, que mi amor está en la guerra.
Y una carta escriberé de mi puño y de mi letra,
que me traigan a mi amor sano, vivo y sin cadenas.
Y si no me le trajeren, yo armaré una gran guerra
de navíos por el mar, de gente armada por tierra.
Si no hubiere velas pronto, mis ricas trenzas pusiera;
si no hubiere remos pronto, mis lindos brazos pusiera.
Si no viene capitán, me pondría a la bandera
para que diga la gente:‘viva, viva esa doncella;
que por salvar a su amor, se echó ella a la tormenta.’ –
Notas:
-Aljófar (nombre masculino): perla pequeña de figura irregular.