Reial Monestir de la Valldigna

Reial Monestir de la Valldigna

El Real Monasterio de Santa María de la Valldigna fundado en 1298 por Jaime II, el Justo, es de estilo cisterciense y estuvo habitado hasta la desamortización de Mendizábal, el año 1835. En 1991 fue adquirido por la Generalitat Valenciana.

Dice la tradición que el rey, pasando por este valle, llamado Alfàndec, impresionado por su belleza dijo al abad del monasterio cistericiense de Santes Creus que le acompañaba: “Vall digna per a un monestir de la vostra religió”.  Y le encomendó la fundación allí de un monasterio de su orden, lo cual en aquellos tiempos era una necesidad y obligación para repoblar con cristianos las zonas hasta entonces habitadas por mudéjares, para adoctrinar a los moriscos -musulmanes que habían consentido el bautismo a cambio de permanecer en su tierra- y también como control territorial con jurisdicción civil y criminal sobre las mismas. El monasterio tenía jurisdicción asimismo sobre las poblaciones de Simat, Benifairó, Tavernes, La Xara, Alfulell, L’Ombria, Massalalí y Ràfol d’Almunia, en aquellos momentos todas ellas alquerias pobladas por moriscos.

Antes de que allí se construyera el real monasterio de Santa María de la Valldigna había existido una aldea, Benizael, donde los musulmanes acudían para coprar y vender sus mercancías.

Entre sus abades destaca Rodrigo de Borja, más tarde el Papa Alejandro VI, que se encargó de construir la sala capitular, con una acústica por cierto sobrenatural.

Se entra al complejo del monasterio por la Puerta Real o Portal Nou, del siglo XIV. Nos recibe el personal que atiende el monasterio y comenzamos a montar todo el atrezzo para nuestro concierto. Vienen de lejos, reconstruidos pero con su alma en el siglo XIII las cítolas, laúdes, guitarra morisca que mandara ilustrar en su códico rico el sabio rey, el décimo de su nombre, Alfonso, que casaría con la hija de nuestro rey Jaume I al cual recordamos también en nuestro concierto.

Poco a poco van llegando los cuatro músicos que me compañarán a la antigua almazara del monasterio, hoy sala de exposiciones,   donde además del molino de aceite se encontraban el granero y las caballerizas. Llegan las flautas de caña, los neys de Andrés Belmonte, la viola i el canto de la tradición andalusí de Abdelatif Louzari, las cornamusas, tarota y dulzaina de Ismael Cabero y los instrumentos alfonsíes que tañerá Jota Martínez que van templándose poco a poco, acostumbrándose a esta atmósfera, del valle, rodeado de la sierra de Corbera, de las Agujas, de Mondúver o el Monte Toro.

Bernat se encarga de poner a punto la iluminación del recinto, el concierto comenzará puntualmente a las 19:00.

Llegan también Chelo y Mondu, desde la Ribera, a bailar la rebautizada ‘Dama de Simat’, una pieza de las más antiguas del cancionero catalán en la que coinciden prácticamente todos los filólogos que deriva de una antigua balada griega que quizá trajeran los esclavos griegos hasta la península en el período de unos 70 años en los que la Corona Aragonesa fue dueña de los condados de Atenas y Neopatria, o bien con los almogávares. Como es bien sabido hay una ‘dama’ de Paris o de Francia (muy cantada en L’Empordà), de Valencia, de Mallorca, de Aragón…y nosotros quisimos hacer nuestra versión adscribiéndola a Simat de la Valldigna. No podrá decir nadie que en Simat no ha habido en todas las épocas desde que el mundo es mundo ‘una dama què és bonica com el sol’.

Entro un momento en la iglesia, a recoger unas sillas sin brazos para los músicos que se encuentran en una de las capillas laterales tapadas con pesadas cortinas de terciopelo negro, con su imponente fachada barroca, también del siglo XVIII. Algunos visitantes deambulan y admiran el gran patrimonio del conjunto monumental. El interior del monasterio llegó a ser utilizado como campo de naranjas, establo, almacén, han llegado a entrar maquinaria pesada e incluso se han usado explosivos en el interior, lo que da idea del estado de abandono que tuvo lugar después de la desamortización.

De vuelta, al pasar junto a la fuente de los tritones,  cuenta una viejecita a su nieta la curiosa historia que me llega mientras me acerco: estuvo hasta hace no mucho tiempo en los jardines de Viveros, en la lejana Valencia y antes de eso cerca de la actual sede de las Cortes valencianas. En marmol rosa y gris destacan en su base las cabezas de peces. Toda ella fue desmontada pieza a pieza y vuelta a traer al monasterio. Entro también por un momento en el refectorio, del siglo XV, ya preparado para la cena que tendrá lugar por la noche decorada con sobriedad al estilo monacal y sonando cantos gregorianos de fondo. Nadie en el púlpito del lector, nadie que escuche por el momento aunque en unas horas se llenará de risas y contento.

El claustro del Silencio, sobrio, es uno de mis lugares favoritos, también con una historia que contar como cada piedra con la que evito, aquí y ahora, el tropiezo. Al pasar bajo sus arcos ojivales con bóveda de crucería uno no puede más que sentirse minúsculo y silente. El viento pasa entre los altos cipreses, me recuerdan que la hora se acerca y vuelvo sin poder evitar frotar suavemente mis dedos en las hojas de espliego en los márgenes a los pies de los naranjos. La gente comienza a entrar en la sala. Llegan ilustres invitados, amigos y vecinos que no quieren dejar que pase por sus puertas ningún acontecimiento sin que puedan referirlo de su boca a los que no pudieron.

A solo 400 metros de donde estamos está la ermita, antigua mezquita de la Xara (s. XV), una de las mezquitas más importantes que se conservan en nuestra geografía valenciana. Lugar de oración de los musulmanes, unos 70 individuos, que vivían en el valle después de los asentamientos cristianos de la Valldigna. Cuando en 1525 se aprobó un decreto que obligaba a la conversión de los moriscos al cristianismo, los habitantes de La Xara abandonaron la alquería y poco después la mezquita se reconvirtió en la Ermita de Santa Anna.  En su interior cuatro pilares dividen tres naves. Donde se ubicaba la antigua puerta de la mezquita hay una escalera de caracol por la que el alfaquí subía al minarete para llamar a la oración de los fieles. De la Quibla que señala la dirección a la Meca hacia donde los fieles dirigen sus plegarias se mantienen los arcos del mihrab,  nicho  u hornacina con un espacio interno separado del exterior con un arco que es hacia donde se mira cuando se reza.  Al exterior todavía se conserva el pozo para hacer las abluciones rituales antes de entrar al templo.

Comienza el concierto, para celebrar el 9 de octubre, aunque estemos a 13, en el que se rememora el momento en que Jaume I reconquista Valencia a los musulmanes. Para ello hacemos cuatro bloques:  en el primero hay un canto a Allah, otro litúrgico hebreo y un Aleluya: tres religiones y un solo Dios, que si en verdad consideramos todos que es nuestro padre, ya sabemos de quienes somos hermanos. En el segundo bloque tocamos algunas canciones tradicionales valencianas en las que se reconoce cualquier nacido en estas tierras, al menos en los últimos cien años. El tercero la tradición andalusí,  y el cuarto la sefardita. El valenciano del siglo XXI es producto de todas estas culturas y de muchas otras que pasaron por estas tierras dejando sus esporas, sus semillas que en muchos casos arraigaron. Y si tienen dudas les recomiendo un buen test de adn que les confirme lo que su intuición les dice. Cuando escucho gente después del concierto que me dice cosas como ‘es como si ya conociera esas canciones’, ‘he pasado todo el concierto estremecido, con la piel de gallina’, ‘resueno con ese tipo de cantos y no sé porqué, se me saltan las lágrimas como si estuviera viendo a mis padres ahora delante de mí ‘…no me parece fruto de ninguna casualidad. Sin ir más lejos tenemos un ejemplo relativamente reciente de esos miles de morisquillos, niños menores, que en el siglo XVII, sus padres decidieron dejar en casa de sus amos y a los que cambiaron apellidos camuflándose entre los cristianos que quedaron. Y por si alguien tiene algún resquicio de curiosidad los listados con los nombres de los niños, las marcas corporales si las tenían que los caracterizaran, de qué pueblo venían y en casa de quién se quedaron, existen.

Así celebramos nuestro 9 de octubre con un homenaje a la tolerancia, al respeto, al amor por el vencido y por el vencedor, cada uno lleva en las espaldas una diferente carga. Y no olvidemos que la historia sigue escribiéndose y hoy estamos dictándola, pero quizá mañana seamos solamente sus atónitos oyentes.

 

Published by Mara Aranda

Mara Aranda es una de las intérpretes más aclamadas surgidas de la escena española. Casi tres décadas durante las cuales ha investigado y cantado músicas turcas, griegas, occitanas y músicas antiguas, medievales y sefardíes, que han dejado como resultado casi una veintena de discos propios de excelente factura merecedores de premios y reconocimiento por parte de público y también de medios especializados.

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