El proverbio (del latín proverbium) es un tipo de paremia, un enunciado sentencioso. Primo hermano de adagios, sentencias, aforismos, frases proverbiales o, los más conocidos en la familia: los refranes. Su estudio se hace dentro de la paremiología. Es una de las asignaturas de la tradición oral que cuenta con numerosísimos ejemplos de estudio.
Decía Lenny White, baterista de jazz conocido sobre todo por su trabajo con el grupo de Chick Corea, que “por mas grandes que sean los músicos, estos no pueden tocar si el suelo se cae bajo sus pies.” Y tenía bastante razón, aunque generalmente lo que encontramos hoy en día, al menos en nuestro entorno, sean grandes músicos que también tengan un gran sentido del ritmo. Pero, por si acaso, mejor andar sobre suelo firme. Y es un tramo de este trayecto, que constituye la grabación del disco que nos ocupa, que tenemos garantizada con Fernando Depiaggi, intérprete de música árabe y de medio oriente y especializado además en vientos: Ney (flauta de caña), Mijwiz y Mizmar.
Han estado sonando darbuka, reeq, duf, doira crótalos, craquebs,…entre estas cuatro paredes, como un receptáculo que alberga todas las fantasías rítmicas de su creador. Desde las percusiones más virtuosas e instrumentos más evolucionados hasta los más rudimentarios y ancestrales.
Ha sido una auténtica terapia regresiva.Las percusiones tienen el poder de conectar nuestros cuerpos, que son instrumentos rítmicos y sonoros por naturaleza, con nuestra parte más primitiva. Además desde el primer momento en que comienza el latido rítmico en el embrión, como una réplica del materno, y que solo más adelante se convertirá en un pulso separado. En su medio acuático estará acompañado por el sonido de la voz de su portadora y el patrón rítmico del corazón de ésta.
En cuanto ese feto se desarrolla suficiente y es alumbrado comienza a respirar siguiendo un ritmo, o ritmos que le acompañarán al igual que las pulsaciones, también rítmicas de su corazón, hasta que muera.
Y en medio de esos dos puntos cruciales la cuna y la tumba, una danza donde nuestro pulso continuo se acelerará o ralentizará a merced de las circunstancias exteriores o nuestra voluntad imprimiendo nuestro carácter y dejando nuestra huella por allá donde hayamos danzado.
Sucede que siempre que escucho percusión lo hago mientras canto, o sumada ésta a otros instrumentos y no puedo recibirla en su impactante desnudez. La rítmica me ha conectado de forma perceptible y directa con mi propio instrumento rítmico: el cuerpo y también con mi origen. Me siento como renacida, resurgida del vientre de los años, en un punto emocional tónico y poroso, capaz de ver el mundo con ojos nuevos, de sentirlo con una piel aun no hecha sentir. Me miro en el espejo y veo a alguien a quien no reconozco, yo acabo de nacer. Quizá sea la carcasa que ocupé en mi anterior vida.
Imagen: Fernando Depiaggi, izquierda, sosteniendo un pandero turco y Jota Martínez, derecha, con un laúd también turco (lavta).