Muchas veces en entrevistas, cursos o inclusive entre amigos, me preguntan cómo es posible que el romancero sefardí haya llegado a ser conocido en boca de los descendientes de judíos aragoneses, valencianos, cordobeses o navarros. Cúando se produce ese reencuentro con la realidad sefardí, el contacto con esas comunidades castellano viejo parlantes en todo el mundo, olvidado durante centurias.
Paloma Díaz-Mas dedica un maravilloso artículo a este tema y nos dice, en su formato resumido y a modo de introducción al mismo que el romancero sefardí ha llegado a ser conocido y tenido en cuenta por ‘las primeras noticias aportadas por filólogos romanistas que ya a finales del siglo XIX recogieron muestras de la literatura oral en sus encuestas de campo, la intervención de los propios publicistas sefardíes, el estudio filológico del romancero desde principios del siglo XX, la atención a las ediciones aljamiadas o a los romances citados en colecciones de himnos hebreos y, por último, la recopilación de romances en manuscritos de uso personal por parte de los propios sefardíes y, sobre todo, de las mujeres sefarditas‘.
El romancero viejo, conjunto de poemas característico de la tradición literaria española, ibérica e hispanoamericana que según la teoría neotradicionalista formulada por Menéndez Pidal, provendrían de los antiguos Cantares de Gesta, procesados y sintetizados. Tomados los pasajes más llamativos, más fácilmente ‘recordables’ y que al pueblo más hacían conmoverse y agitarse. De esta manera el juglar que los transmitía e interpretaba iba haciendo una criba de versos hasta que por comodidad para el mismo y por demanda de aquellos receptores quedan las versiones fragmentarias que son estos romances.
Pues bien, una de las ramas más ricas del romancero es la sefardí. Los descendientes de esos judíos forzosamente exiliados en el siglo XV, los llevaron consigo, en los bolsillos de sus entendederas y los custodiaron valiosamente en sus memorias que mantenían porque su recitado, el cante de estos romances los conectaba con sus perdidos orígenes, su identidad peninsular, la lejana y añorada Sefarad.
‘Asentados en un entorno no hispanohablante (como el Oriente mediterráneo o el norte de África), los sefardíes conservaron el uso del español como lengua de comunicación y literaria hasta las primeras décadas del siglo XX y su literatura estuvo compuesta por una variedad de géneros, que van desde las traducciones de la Biblia hasta la poesía estrófica, los comentarios bíblicos, los tratados de moral, la novela, el teatro o el periodismo‘ nos dice Díaz-Mas, científica titular del Instituto de la Lengua Española del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de Madrid. Y, por supuesto a esta literatura podríamos añadir toda aquella compuesta por cuentos, romances, dichos y refranes, cantinelas y canciones que forman parte de la tradición oral. Se siguieron utilizando todos estas variedades en el exilio, que ilustraban contenido compartido con la literatura de trasmisión oral que se daba en la Península y se compusieron otros cantares y se siguieron aprendiendo nuevas fórmulas de expresión asociadas a la oralidad que tomaron prestadas de aquellos pueblos que nuevamente los acogieron y en los que desarrollaron todo su potencial y rehicieron y posiblemente siguieron enriqueciendo sus vidas, dando continuidad a sus alcurnias.
A la hora de hacer este disco en el que estamos inmersos nos planteábamos precisamente darle un gran peso al tema romancístico y también intentar sacar a la luz versiones inéditas o poco interpretadas. En ese sentido, pedí consejo a Susana Weich en cuanto que es una de las compiladoras e investigadoras de la asignatura sefardí más importantes, que todavía están entre nosotros. Ella me indicó aquellos que no habían sido todavía grabados y que, además, habían conservado los judíos españoles en la diáspora, mientras que en estas tierras peninsulares se habían perdido.
Uno de los problemas a mi entender de este repertorio es que los intérpretes muchas veces carecen de rigor histórico y copian versiones unos de otros en las que los arrreglos musicales son invención del grupo al cual se está versioneando (sin decirlo, claro). Hay que tener en cuenta que el repertorio sefardí es eminentemente vocal, por tanto, carece de arreglos musicales. Si acaso podemos ver en las grabaciones documentales como se acompañan las cantaderas por algún pandero, las palmas,…Por tanto, durante años hemos padecido una auténtica avalancha de versiones producto de la endogamia, que no ha contribuido a enriquecer y a ampliar el generoso legado de canciones, coplas y romances sefardíes.
Me detengo solo un momento más a reflexionar, antes de cerrar este post. Empieza a alborear.
Gracias al trabajo de otros ahora disfrutamos de un cómodo acceso a las fuentes documentales, la mayoría digitalizadas ya, sobre las cuales fundamentar nuestro trabajo. Pero veo las fotografías de Susana Weich o Diego Catalán, nieto de Menéndez Pidal, Samuel G Armistead, Gladys Pimienta…con sus grabadoras al hombro…de pueblo en pueblo y percibo claramente las diferencias. Algunos de aquellos sabores que sintieron aquellos colectores ya no nos llegan en estas pulcras y ordenadas grabaciones. Sigo escuchando y entiendo en los registros sonoros cómo aquellas mujeres encuestadas se sienten protagonistas, por primera vez quizá en toda su vida, porque son portadoras de una herencia valiosísima, que han custodiado, sin saberlo. Mujeres que hoy en día están muertas y muertas aquellas que las precedieron y otras antes que ellas. Cúanta información se pierde en el volcado, en la transferencia de datos…cúanta valía ha sido engullida, con los cuerpos que la atesoraban, por la dura tierra.
Es mucho lo que se ha perdido sin duda, pero también es mucho, más que mucho, lo que nos queda.
Imagen: Diego Catalán anotando un romance durante la encuesta por los pueblos de las Sierras (de Alcaraz, Cazorla, Segura, etc.) en Albacete, Jaén, Granada y Murcia. De: http://cuestadelzarzal.blogia.com/2010/111301-7.-el-romancero-a-n-vive.-voces-nuevas-de-la-tradici-n-oral-1977-1978.php