Agadir, ciudad atlántica situada en el golfo del mismo nombre, donde la cordillera del Atlas llega al mar, junto a la desembocadura del río Souss. A tres horas en furgoneta de Marrakech. Fundada por los portugueses sobre el 1500. Entre 1912 y 1956 pertenece a Francia, pasando en 1956 la soberanía a Marruecos. El 29 de febrero de 1960 un terremoto destruye la ciudad habitada por unas 12 500 personas, en el que perecen unas cinco mil. Mientras terminamos el batido en la barra del bar de nuestro hotel five stars, el camarero, licenciado en historia, nos deja con la boca abierta .solamente para sorber de vez en cuando aquel exquisito batido de melón.
En amazigh (berebere), Agadir significa “granero fortificado”, de cuando existía la aldea pesquera de Agadir-el-arba. Después llegaron los portugueses, establecieron una base de comercio, le cambiaron el nombre y pusieron a un gobernador para manejar el área y controlar a los indígenas. Hacia 1541 la ciudad volvió al control amazigh y en 1572 se construyó un fuerte en la cima de la colina más alta, mirando hacia la bahía. Ese fuerte es el llamado Kasbah y significó el principio de dos siglos de prosperidad para Agadir.
Nuestro viaje prosigue en estas tierras de gentes extremadamente bondadosas. Me acuerdo muchas veces durante estos días a mis amigos marroquíes, musulmanes, en tierras españolas y sintiendo especialmente en estos momentos con ellos un vínculo especial. Entiendo mejor ahora cómo son, cómo sienten. El viaje es imprescindible, abre los ojos del corazón y con él ve cuántas y cuántas puertas de otros corazones hay abiertas, no importa si llevan minifalda o chilaba, traje de Armani o rastas.
Nuestra actuación ha sido concertada con la universidad de Agadir. Damos las gracias especialmente al señor Omar Halli por su amable invitación. Y por supuesto al Instituto Cervantes, con su diligente directora Yolanda Soler y su maravilloso equipo, especialmente Sanae Mesmoudi, coordinadora cultural y a César Díez, jefe de estudios, magnífico guía y anfitrión en nuestra última mañana en la ciudad. Por último agradecimientos también a la embajada española, siempre indispensable aliada. Asistió asimismo al concierto la cónsul a la que agradecemos su presencia.
El lugar, construido por el arquitecto italiano Coco Polizzi es una medina al estilo bereber en una finca situada a unos cinco kilómetros de Agadir, no hay en ella dos rincones iguales. Tuvimos la enorme suerte, el privilegio de asistir invitados a la ruptura del Ramadán con todos los asistentes y después ofrecimos nuestro concierto. Canciones de los judíos marroquíes que también algunos de los asistentes conocían: ‘esas dos canciones que has cantado al final nosotros también las cantamos nosotros en las bodas’…me decía una muchacha.
Desde la tierra que habito doy gracias a aquel que está en lo alto, no me importa si tú lo llamas Dios, Yahveh o Allah o con cualquiera de sus mil otros nombres. A todos nos ama y nos guía por igual en los caminos que nos harán llegar siempre a nuestro destino final, su alma.