Se desarrolló más o menos en el año 1400 la viola de gamba y fue el instrumento musical icónico del renacimiento europeo. En 1553 nos habla en un tratado para “tañer con razón y proceder con buen orden” Diego Ortiz, compositor y violagambista.
La influencia del Laúd en la configuración del instrumento y su técnica son algo más que hipótesis ya que hay semejanzas como la técnica de la mano izquierda, el número de cuerdas, la afinación de los mismos y también el uso de trastes de tripa, aunque esto es de uso en muchos instrumentos de cuerda.
Gloria Aleza entra en el estudio, siguen bajando las temperaturas, los dedos tardan en adquirir la tibia flexibilidad necesaria para sujetar el arco y deslizarlo con la suficiente firmeza para que no resbale pero con la delicadeza del que escribe una amorosa carta, sin desgarrar con la pluma el papel. La canción que acometemos ha sido versioneda desde diferentes perspectivas pero ninguna de la que yo tenga constancia con la melodía turca. Nunca kompozi yo esta kantika en el park de Serkeci pero procuraré que no se olvide la que saliera de tu boca, dulce Berta.
6 de decembre de 2006.
He vuelto a Thesaloniki. En cuanto puse hace unas semanas el pie en Estambul sabía que volvería a Grecia, volver a tocar con los ojos las cúpulas de las iglesias bizantinas y escuchar en cada melodía de la palabra hablada, en cada canción pop o tradicional, en cualquier cafetería, los cantos ortodoxos. La música turca es mucho más lejana, oscura, inquietante. Ayer cogí un tren nocturno que tardó 14 horas en hacer el trayecto entre Estambul y Salónica, patrimonio de la humanidad. Al lado de la enormidad de la polis que tiene 12 millones de habitantes ahora me siento como en un pueblo, con los coches transitando ordenadamente por sus carriles, los viandantes caminando por las aceras y mirando tranquilamente los expositores. De las tiendas no sale ningún encargado como en Estambul que intenta captar tu atención hacia sus mercancías provocando al menos en mi caso el efecto contrario al deseado. Qué paz.
Alquilé un coche en la estación de tren y enfilé por los caminos conocidos, la carretera hacia el mar. En mi cabina del tren un par de vasos de Ayran y una botella de agua fueron suficientes para llegar con fuerza.
Recuerdo perfectamente mi primer viaje a Salónica, el primer contacto con Nikos Tzannis que había acabado de grabar un disco con David Saltiel, que había recibido de viva voz el testimonio de la tradición sefardí y tenía una memoria prodigiosa para las canciones. Las había aprendido de sus mayores, sin ningún tipo de influencia externa puesto que hasta ese momento no existía ni televisión ni radio, todo el legado que atesoraba en su persona era el que en él habían depositado los que le precedieron y educaron en los valores, rituales y particularidades de su tradición.
En 1492, tras la expulsión, Tesalónica, que hasta entonces no había albergado más que a una pequeña comunidad judía, recibió tal número de sefardíes que se la conocía como la Jerusalén de los Balcanes. El puerto, salida natural de los Balcanes por donde pasaban todos los productos de la región en el siglo XVIII cerraba los sábados, día de descanso judío, el Shabat. Los sefardíes estaban en una proporción numérica superior exponencialmente, unos 80.000, al lado de algo más de 15.000 turcos, 15.000 griegos, 5.000 búlgaros y otro tanto por cién no muy representativo de étnias occidentales. Territorio perteneciente al antiguo Imperio Otomano, en 1912 es conquistada por Grecia y próximo en el tiempo en 1917 se produce un gran incendio en la ciudad que asola también la judería y al que se refiere en la ‘kantika del fuego’. Se habla en las crónicas oficiales de casi 10.000 edificaciones destruidas por el fuego y 70.000 damnificados.
En la segunda guerra mundial los alemanes tuvieron su cuartel general en la ciudad y un 98% de la población judía fue exterminada. Su cementerio que contenía entre 300.000 y 500.000 tumbas fue destruido por el odio y la intolerancia.
Nunca más, nunca más, en ningún lugar del mundo, con ninguna étnia ni religión, nunca más y prometo dar en ofrenda mi canto y no volver a cantar, nunca jamás.
Mara Aranda presentará nuevo disco en enero de 2019 dedicadoa la música sefardita turca. Este blog nos invita, en cada entrega, a recorrer la geografía musical del Mediterráneo Oriental,donde el presente y el pasado de la autora se ven reflejados con extractos de sus diarios personales de bitácora (en cursiva el pasado,en normal el momento actual).