El IV volumen de la colección Geografías de la Diáspora dedicado a Bulgaria, se presentó en el auditorio del Conservatorio Nacional en Sofia, Bulgaria, en noviembre de 2023, previo al lanzamiento del disco en diciembre de 2024.
Según el Doctor Marcel Israel, el Djudézmo, la lengua hablada por los sefaradíes de Bulgaria, tiene sus particularidades habida cuenta de que, perteneció al Imperio Bizantino durante más de cien años, desde 1018 y, posteriormente al Imperio Otomano desde 1396 hasta 1878 (se insertaron palabras y expresiones turcas en el habla pero también griegas, arnaútas (de Albania), italianas, francesas, rumanas, alemanas, yídish y, evidentemente búlgaras, enriqueciéndola y haciéndola diversa y particular.
Al hablar de lenguas es necesario, y apropiado, referirnos a Elías Canetti, el premio nobel de literatura en 1981, nacido en Ruse (Bulgaria) y procedente de una familia de comerciantes de origen sefardí. Sus antepasados paternos, de apellido Cañete, por la población de Cuenca de la que procedían, tras la expulsión cambiaron su apellido. En su autobiografía nos cuenta que en el seno de su familia se hablaba judeoespañol, lengua de la intimidad del hogar y de la primera infancia, pero a partir de los siete años empezará a aprender alemán por avatares de su destino. Canetti no olvidará jamás su lengua de origen y, sobre todo, la conciencia de pertenencia, a través de aquella lengua, a sus raíces vitales más hondas. En El juego de ojos proclama que no ha olvidado las canciones y los refranes en español oídos durante su infancia.
Al morir, Canetti fijó la publicación de sus diarios, que concebía como un diálogo solitario consigo mismo, quizá su interlocutor más vitriólico, para 30 años después de su muerte, es decir, para 2024. Sirvan los cantes y sonidos incluidos en esta grabació, que ve la luz en el mismo año, como homenaje al insigne pensador y escritor que sentenció que ‘Solo buscarás la nada para encontrar el camino que te permita eludirla’ enfocado en el más alto y noble sentido de su producción que era mostrar el camino a todo el mundo, ser testigo y luz de la memoria, aun cuando hubiera de perseverar en la tristeza o la desesperación por tal de ‘aprender cómo sacar de ahí a otras personas’.
Como reza el refrán sefardí sin memoria no hay avenir.