El cielo amenazante invita a recogerse en lugar seguro, protegerse y rodearse de aquello que podamos necesitar en caso de que arrecie temporal. Pero no contaba Zeus, Dios de la tormenta y de las alturas, señor del trueno y del rayo que somos intrépidos aventureros y llevamos ya las velas remendadas de no pocas tormentas con las que nos hemos hecho a la mar y vencerlas. Así partimos desde esta comarca ahora de colores mortecinos que aun intensifican más los arrozales, cedidas sus cosechas, de tierra removida y con los restos de paja quemada sobre la tierra.