Gracias a los medios nacionales e internacionales que se han hecho eco de ‘Sefarad en el corazón de Turquía‘ (autoedit-2019).
“Cuando visitas la casa de un anfitrión de un país mediterráneo, este acostumbra a disculparse de la escasez y la pobre calidad de la comida que te va a servir’ a lo que sigue un surtido de mezes o entrantes así como los platos principales especiados, vibrantes, cocinados con sensibilidad y experiencia por las muchas peripecias que las han mejorado tras centurias de preparación y de las que cada cocinero se enorgullece por tener su receta particular.
Cada una de las canciones que componen este nuevo disco de Mara Aranda son como platillos únicos. En su receta han intervenido elementos que marcan la diferencia con el resto. Unos destilan mediterraneidad con esa amalgama de culturas de sus riberas que como en un baile de cintas fueron entretejiendo los lazos coloridos de sus destinos. Otros tienen el fondo cítrico, ácido, por la crítica entresacada de sus letras. Escucharemos en otros hablar de los dolores de desengaños, la pérdida, el sinsabor de algún trecho del camino del cantor, así como de otros que narran acontecimientos históricos en los que así como las aguas de rosa y azahar persas se asimilaron en las cocinas judías mediterráneas, también sucede lo propio con romances como el del Duque de Gandía, hijo del Papa Alejandro VI, valenciano nacido en Xàtiva, que los sefardíes cantan aun hoy en día en el corazón del antiguo Imperio. La atracción que ejerce la cultura sefardita abarca a diferentes tipos de investigadores: antropólogos, musicólogos y etnomusicólogos, lingüistas, novelistas, periodistas o historiadores. Similar al aroma de las especias, tostadas antes de moler, con una suerte de huella digital enviando mensajes directamente a los centros más primitivos del cerebro donde se estimulan las emociones y memorias nos hacen viajar en el tiempo recordándonos que el mundo que conocemos y la historia que recordamos, con sus devenires, es como una mesa dispuesta para los más distinguidos invitados. Decidamos si queremos sentarnos y compartir pan y risas, cebolla y llantos o ver el banquete desde afuera. |