Cuando Yolanda Soler, directora del Instituto Cervantes de Marrakech recibió nuestra propuesta no dudo un instante en que había que presentar el trabajo en Marruecos, en el mismo centro Cervantes y también la universidad de Agadir.
Pocos días antes, el trabajo discográfico, tras meses de gestiones, se presentó en Madrid (Buitrago de Lozoya, que albergó judería intra y extramuros con dos sinagogas, tenería, carnicería, osario…; Miralores de la Sierra y la Casa Sefarad -Israel en la capital del estado), además de Valencia, en el seno del festival Etnomusic.
De los sefardíes en Marruecos hay una larga historia que comienza antes del decreto de expulsión de los Reyes Católicos en el siglo XV. Dicen que muchas de las familias con solera descienden de los sefardíes. ‘ La mayoría de ellos sobrevivieron en una sociedad rural, aunque muchos se integraron en núcleos urbanos como banqueros, cambistas, comerciantes, artesanos, músicos o escritores. Muy pocos eran los llamados a la corte del sultán como consejeros o emisarios para misiones en el extranjero, aunque esa cercanía al poder de una selecta elite se mantiene hasta hoy’ según se nos cuenta en el interesantísimo artículo de Luís de Vega corresponsal en Rabat para el ABC.es
Añade que ‘A mediados del siglo pasado había comunidades judías por prácticamente todo el mundo árabe excepto en Arabia Saudí, aunque la más importante era la marroquí, integrada por unas 270.000 personas’ pero la mayoría se fueron marchando en el año de la Independencia del paísUnos 90.000 partieron entre 1949 y 1956, año de la independencia de Marruecos, otros contingente de aproximadamente 120.000 abandonaron su tierra tras la muerte en 1961 del primer Rey, Mohamed V, del que guardan un buen recuerdo y, por último unos 40.000 de marcharon en 1967 con motivo de la Guerra de los 6 días.
Muchos se fueron, pero otros se quedaron como André Azoulay, consejero de Hasán II, que lo sigue siendo con Mohamed VI desde que éste sucedió a su padre en 1999, pero hay también ministros y embajadores.
Son pocos, entre 5.000 y 6.000 en todo el país, pero el apego a la patria -que no es Israel- es fuerte sin menoscabo de su religión -que no es el Islam-. Por eso, los judíos de Marruecos conforman «todavía, a pesar de las tremendas pérdidas, la mayor comunidad hebrea del mundo árabe», señala Simon Levy, director del Museo del Judaísmo de Casablanca y secretario general de la Fundación del Patrimonio Cultural Judeo-marroquí. «Podríamos irnos, pero no tenemos esa intención», añade Levy aferrándose a un Marruecos plural en lenguas (árabe, bereber, francés o español) y religiones (musulmanes, judíos y unos escasísimos -casi clandestinos- cristianos).
Son marroquíes y judíos desde hace 2.000 años y es por ello que gozan de la nacionalidad y los mismos derechos que los musulmanes.
Unos meses después, tras los ataques del 11-M en Madrid, la catedral cristiana de Rabat acogió un acto multirreligioso celebrado por musulmanes, cristianos y judíos. Asistió el Gobierno marroquí en pleno, en un momento en que se consideraba especialmente necesario separar la religión de los actos violentos de ina minoría.
Los marroquíes han sido testimonio de apertura, tolerancia y bondad. Por eso Sefarad reconoce a Marruecos como su primer destino, haciendo homenaje a esos ritmos y melodías comunes, esos sabores, especias y platillos como la adafina, esos atuendos como el traje de berberisca. Mara Aranda retoma el legado de la tradixión marroquí e interpreta con diestros músicos estos cantares de boda sefardíes, donde tocaban orquestas de músicos árabes; coplas líricas o las maravillosas romansas que conectan la historia de generaciones y generaciones de hombres que cantaban las mismas historias, sin importar si los protagonistas eran musulmanes o cristianos o judíos.
Vayan estas palabras por todos esos hombres. buenos que hicieron mejores los días venideros.