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La imagen del pequeño, ahogado en la costa de Turquía, dio la vuelta al mundo, y con ella nuestros corazones y nuestras entrañas que daban vueltas empujadas también por las espumas de aquel mar que arrojaba a la orilla todo aquello que por sí mismo no podía vivir en ese medio, sin aire. Quizá tratando de concienciar sobre el drama de los refugiados y el sufrimiento hacia sus víctimas más vulnerables la imagen se hizo viral en redes sociales, informativos, todo el mundo se paró por un minuto y sintió exactamente el mismo dolor.
Pero solo por un minuto. Después vinieron los anuncios de acondicionadores, pañales absorbentes que permiten a los bebés dormir sequitos toda la noche y a sus padres tranquilos…
El día 2 de setiembre nos dirigíamos hacia Córdoba para celebrar con un concierto de música sefardita las XVIII Jornadas Europeas de la Cultura Judía. Paramos a almorzar en un bar de carretera, ardía ya el fuego donde las brasas chisporroteaban en el fuego Era una mañana especialmente fría. Mis compañeros habían pedido, mientras tanto mi vista se giró un momento hacia la televisión encendida, yo no traía hambre ninguna a esas horas. Iban a anunciar el tiempo que haría durante el día en este país nuestro. Y justo después, inmediatamente después, la noticia…2 años, el segundo aniversario desde que Aylan fue encontrado en la orilla de aquella playa turca.
Grabé con mi ojo aquella imagen de la que había oído hablar antes. Aylan Kurdi tenía tres años, vestía pantalones cortos azules y una camiseta roja y huía de la guerra que destruía Siria desde hacía cuatro años y murió junto a otros cuatro menores, todos sin chaleco salvavidas.
«Después de alejarnos unos 500 metros de la costa, en el bote empezó a entrar agua y se nos mojaron los pies. A medida que aumentaba el agua, cundía el pánico. Algunos se pusieron de pie y el bote volcó. Yo sostenía a mi mujer de la mano», explicó el padre de aquella criatura que dijo también haber pagado a unos traficantes para que los llevaran a Kos, a él, su esposa e hijos.
Otros niños han muerto víctimas de la violencia o el hambre o esa misma guerra o en los caminos del exilio en cualquier parte, en cualquier época. Aylan era sirio pero podía haber sido el hijo de cualquiera de nosotros, de un vecino, sobrino,nieto. No tenía la piel oscura ni vestía con harapos. Llevaba los zapatos que venden en la tienda de la esquina, la camiseta roja del parque de atracciones y el pantalón corto que heredó de su hermano, como cualquier niño de nuestro mundo.
Mi nana no suplirá ningún dolor pero a mí me aliviará el alma.
I leave with the air mother
transformed into a soft breeze
and in the evening the waves of the sea
lull my body to sleep
I will be like a gentle swell
dancing and swaying
and I will caress the sand with my little fingers of water
Mother…
and if you can not fall asleep
I will morph into a dream
and if you let me
I come to recline on your breast
Sephardic Morrocan lullaby. The lyrics originate from a poem by Rabindranath Tagore ‘Poem of the missing son’ and were adapted by Mara Aranda.
Dedicated to the memory of Aylan Kurdi, the little boy who perished by drowning on a Turkish shore, symbol of the horror the Syrian people suffers town such as all those people forced to into exile, anywhere, anytime.