“No acabas de ver bien que sucede, pero en realidad es porque hace días que no llevas gafas, solo esto. No llevas gafas sobre las narices, ni dentadura postiza; ni insistes en el maquillaje que por la ley de la gravitación y por la de el verano se corrompe; ni te pones tacones que te obliguen a cansarte a cambio de estar todo aquello de apetecible que puedes con tu condición y posibilidades; ni trastocas cada mañana el cajón de la ropa por seguir sorprendiendo al amante con una combinación original de ropas no mostrada hasta el momento; ni evitas llevar las uñas sin pintar porque llevas 48 horas limpiando alfombras con amoniaco diluido con agua, pintando paredes que llevan por retocar hace tres años; ni dejas que el cabello se haga sitio en tu hombro en una frondosa melena definida y bien diseñada, … ni ganas, y lo llevas enrollado con una goma, que no era la más bonita de la tienda.
Estás cansada, necesitas hacer una cura de sueño, dormir lo que te plaza, no pensar, no pensar. Ir a correr desnuda sobre la hierba o sobre las aguas del mar si fuera un cristal y dejara caminarse y observarse uno mismo en su pura y sencilla naturaleza o beber rocío de las briznas de las hierbas sin nombre, nutrirse de la esencialidad perfecta. Olvidarte de amores que erosionan, polucionan, intoxican, modifican para adaptarlos a sus circunstancias y hacerte soporte de ellas.
Mi querido doctor me da estos buenos consejos y yo , como mala paciente, mientras tanto me llega la valentía que despierte la leona que guardo bajo llave , dentro de mis entrañas, en una celda, sueña que te sueña en amantes que te aman, te comprenden y respetan y escucho romances que hablan de reyes santos y virtuosas reinas y de condes valerosos y bellas princesas en las que ser siempre la actriz principal”.
Ahora volviendo sobre uno de los romances que incluiré en el disco que próximamente presentaré he encontrado estas letras manuscritas, escritas en cualquier momento de inspiración desesperada. Romances que hablan de personajes reales, épicos y legendarios, desgajados de los cantares de gesta según la teoría de Menéndez Pidal. Me ha gustado reencontrarme con los papeles, recordarme como he sido y verme bebiendo de las briznas de rocío, rodando sobre la hierba y comiendo moras de las zarzas silvestres, aunque vuelva a casa hecha ‘un Cristo’ y la Virgen María me regañe por traviesa.